Los peores autoritarismos nacen de falsas victimizaciones. Batir a esas conspiraciones es un fin que justifica cualquier medio. El atropello a la ley y a la Constitución es un costo menor frente a un objetivo que se presenta como histórico. Hay que ir por todo. Las corporaciones, la oligarquía, la hegemonía, el conservadurismo, todo hay que romperlo. Hay que barrer con las premisas del antiguo orden. Cuanto más fracasos depare esa política, más hay que insistir en ellos aunque sean evidentes. Hay que demostrar por la fuerza, y no por la razón, que los demás, que ellos, están en el proyecto equivocado. Que son los enemigos de la Patria, de lo bueno, de lo sano… Cuanto más débil es el argumento, más fuerte debe ser la política y más firme debe ser el jefe o la jefa. Cuanto más daño se cause al pueblo, más enemigos ocultos existen en esa conspiración. Porque sin ellos los daños no existirían. Hay que barrer con todo: si la realidad no se amolda a los principios y a las banderas, es la realidad la que está en el error. Y cuanto más obvia sea la crisis, más obvio será que las medidas fueron insuficientes, que hay que seguir colocando a más amigos en el poder, y que hay que redoblar la apuesta. Pero en verdad, cuando la sinrazón se apodera del príncipe, la única oposición posible es la gente en la calle. Los autoritarismos lo son porque han logrado controlar todos los espacios institucionales: no se detienen ante los jueces ni los fiscales, ni ante los legisladores ni los organos de control, ni ante la prensa, ni ante las encuestas, ni ante la Iglesia, ni ante los militares, ni ante los sindicatos, ni ante los economistas, ni ante el Papa. Nadie ni nada los frena. Son la fuerza del amor, de la Patria y del pueblo. La opinión de los otros siempre está viciada de intereses subalternos, de maldades solapadas. Cada pelea es a muerte y todas son la búsqueda de la apoteosis, de la épica, cada pelea debe ser una epopeya histórica. Vencer al adversario es el único fin y el único medio. Hay que confiscarle sus medios, romperle sus campos, dañarle sus ganancias, consumir sus recursos en proyectos inútiles, romper su cultura, culparlo de todo, demonizarlo, sacarlo de su eje, alterar su forma de vivir, asaltarle su casa, atemorizar a su familia, desvirtuar su educación, menoscabar su historia, menospreciar sus méritos, anular y ensuciar su pasado. Cuando ello pasa, de nada sirven los discursos, la oposición abandona sus bancas, sus legisladores se rinden y se dirigen a los programas de TV por cable, las alianzas se confunden, los jugadores de fútbol son presentados como candidatos, los jueces se desmoralizan, las policías bajan sus brazos, los empresarios claudican, los diarios interpretan las fotos, los periodistas despotrincan solos en la TV y la gente mira sufriente sin entender lo que pasa. Todos los autoritarismos en la historia han sido frenados por una resistencia indignada, por los últimos luchadores, por los que ganan el espacio público, por los que salen y no se rinden, por los que gritan y reclaman, por los que caminan en círculos, con carteles de paz y de justicia, por los que salen al espacio público a demostrar que son muchos y que son más. Y que son los que no se van a dejar vencer por la dejadez y por la abulia. La única manera de hacer política, cuando todo se ha perdido, es el grito de la resistencia. Sin violencia, con el reclamo de paz y justicia. La gente debe hablar antes que las urnas. Un año es demasiado tiempo y mucho daño puede hacerse aún. Cuando el autoritarismo ganó todos los espacios, la libertad se consigue en la calle. Ella cambia la historia.
Excelente Mariano ! tus palabras describen el sentir de muchos argentinos, gracias por tu espiritu libre y valiente ! Un abrazo, Lisandro.
Me gusta
Excelente comentario y tan cierto!!! mientras nos callemos, nos quedemos en casa, ellos seguirán haciendo todo el mal que pueden, complicándonos no solo el presente sino también el futuro, si no qué es el dislate de la economía y lo peor, la sociedad enferma que nos dejan.
La oposición está en minoría y no se gana nada si abandonan el recinto, las leyes siguen saliendo. Es el pueblo, los que estamos hartos de todo esto los que tenemos que salir y hacer escuchar nuestra opinión. O acaso no decía Perón, cuando los pueblos se cansan hacer tronar el escarmiento ?
Me gusta
Reblogueó esto en .
Me gusta