En el macrismo se dirime en estos tiempos una pelea absurda y sin sentido. El PRO está en un laberinto y en política se sale de ellos por arriba. Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti se pelean por la candidatura en la Capital Federal mientras que el PRO no tiene candidato en provincia de Buenos Aires, flancos débil para el intento presidencial de Mauricio Macri. Michetti nació en Buenos Aires, es popular, y es una de las figuras con mayor potencial político en ese territorio. Sin embargo no quiere aceptar ese desafío de cambiar de distrito.
En primer lugar, teme una derrota. En segundo, le aterra ganar y enfrentarse a una gestión difícil en una provincia dura. Son temores razonables, pero a veces la política exige riesgos y en ello se juega el destino de los grandes.
El PRO podría vencer con cualquier candidato razonablemente instalado en CABA, mientras que tendrá que remarla duro para sacar un buen resultado en provincia, donde hoy mandan Scioli y Massa aunque Macri crece en algunos centros del conurbano. En ese contexto, Michetti le garantizaría un buen resultado electoral en un distrito difícil. E inclusive, si Macri y Michetti se consolidan como dupla, podrían dar alguna sorpresa así como el radicalismo de Alfonsín hizo doblete en 1983 ante el agotamiento del peronismo.
No es verdad que el PRO no tenga candidato en la provincia. Tiene la mejor candidata pero no la está usando. Esa estrategia deber ir conbinada con otra: una alianza con parte del radicalismo y de UNEN, más la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Esta sería la expansión hacia el interior del país.
Tampoco resulta lógico que Macri le ofrezca a la mujer más popular de su partido la candidatura a vicepresidenta. Es desperdiciar una dirigente de muchísimo valor en un cargo muy devaluado en la Argentina. Las fórmulas presidenciales deben simbolizar una coalición de fuerzas políticas y de distritos. Y por ese motivo, se conforman con alguien de provincia o Capital, por un lado, y alguien del interior, por el otro.
Menem llevó a Duhalde. De la Rúa (UCR) a Chacho (Frepaso). Kirchner a Scioli. Alfonsín a Víctor Martínez, de Córdoba. Unir dos porteños y dos referentes del PRO suena a pan con pan. No es una suma virtuosa.
En cambio, Michetti sí sumaría en una candidatura bonaerense: si gana la gobernación, se alzaría con uno de los distritos más potentes y potencialmente más ricos. Un distrito en donde lo poco que se avance ya lucirá como un logro, un desafío que la convertiría en una candidata segura a la presidencia en 2019 si logra objetivos como acomodar las cuentas, mejorar la educación, traer inversiones y darle un giro a la inseguridad.
Son objetivos que haría con Macri-presidente, o con una alianza con Scioli o Massa si son ellos los que comanden la Nación. Ninguno de ellos le negaría a Michetti, una mujer, los recursos que los Kirchner le negaron a Scioli o a Felipe Solá. Ni Macri, ni Scioli ni Massa tienen el estilo mezquino y autoritario de la pareja pingüina.
Por otra parte, Michetti podría obtener acuerdos convenientes para su tropa. Negociaría espacios en la Ciudad y en la Nación si acepta el desafío bonaerense. Y lo más importante: con su triunfo o con una buena elección le aportaría al PRO un servicio institucional enorme: sumaría votos a Macri, y ello le garantizaría más legisladores provinciales, intendentes, concejales y hasta diputados nacionales que mañana Macri necesitará si llega a la Presidencia.
Cuando Néstor Kirchner necesitó asegurar la elección de 2007 con su esposa, La Doctora, como candidata presidencial, Daniel Scioli tenía todo preparado para competir por la jefatura de gobierno porteño. Sin embargo, Scioli era la única figura que le podía garantizar el triunfo en provincia y Kirchner no dudó. Scioli acató.
María Eugenia Vidal es una buena dirigente, voluntariosa, con buenas intenciones y con buen discurso. Pero su figura todavía no alcanzó el conocimiento y la imagen que le garanticen a jefe de gobierno porteño una tracción de votos propia. Con Michetti, en cambio, Macri y Rodríguez Larreta conformarían un trío ganador si es que, además de todo, el macrismo logra conformar una alianza con otros partidos que hoy le dividen votos en la oposicion. Sería la jugada maestra, esa que serviría para ocupar tres espacios con figuras de peso que sumen y no se superpongan.