Luego de dejar crecer demasiado la versión de un enfriamiento con el gobierno argentino, el papa Franciso salió a las apuradas a aclarar que no tiene problemas con Mauricio Macri y que le parece una persona noble. Elogió a tres mujeres macristas, Vidal, Stanley y Malcorra y dijo que Gustavo Vera, su operador todoterreno que suele atacar a Macri, no es su vocero. Sus voceros sólo son los de la Oficina de Prensa del Vaticano, justificó.
A renglón seguido, el nuevo catecismo de Francisco hace circular que los “voceros” del Vaticano se quejaron de una supuesta campaña en la Argentina para desprestigiar al Santo Padre. ¿A qué voceros se refiere? ¿Acaso esa versión salió de la Oficina de Prensa del Vaticano, su único vocero?
Además aseguró que su rechazo al dinero del Gobierno para Scholas Ocurrentes buscó prevenir la corrupción en la ONG papal y no fue un desplante hacia Macri. Todo se parece bastante a un giro en el discurso, forzado por un nuevo escenario, por cierto desfavorable a su entorno, y envuelto en un relato naif que desconoce los propios pasos de sus sandalias. Jorge Bergoglio no puede invocar su propia ingenuidad, porque no la tiene. El hizo mucho, dejó hacer y nunca desautorizó a los que operaron.
Ese vuelco se produce justo 24 horas antes de que Scholas aparezca envuelta en un gran escándalo: obras públicas millonarias e inconclusas del ministerio de De Vido; shows extrañamente financiados, Partidos por la Paz con personajes extraños; intervenciones en la ONG de un prófugo acusado de doble crimen narco (Marcelo Mallo); rifas para una audiencia con el Papa; donaciones a cambio de audiencias, la intervención de las esposas de De Vido y Guillermo Moreno en la tesorería, además de los bolsos en el convento…
Es raro que los voceros, que no tiene, acusen a supuestos difamadores y una supuesta campaña de desprestigio: el primero que debería haber cuidado su prestigio es Francisco. El eligió sacarse fotos con el apretador y violento Guillermo Moreno, con su cuestionada esposa Marta Cascales, con Marcelo Mallo, con el Caballo Suarez, con el ex espía K Oscar Parrilli, siete veces con Cristina y en plena campaña, y con toda La Campora en pleno. Francisco eligió reunirse dos horas con Hebe de Bonafini y rechazar a Margarita Barrientos u obsequiarle un rosario a una convicta acusada de robar millones de pesos de las viviendas de los pobres.
Denunciaba que lo querían usar con las fotos para la política local y seguía recibiendo a Cristina y tomándose fotos con todo el kirchnerismo. Recibió a los jueces federales más controvertidos, a los que llevó Vera. Nunca recibió a Sergio Massa ni a otros líderes políticos. Promovió políticamente a Julián Domínguez y a Daniel Scioli y muchas versiones dan cuenta de que quería que ellos ganaran las elecciones. También sus palabras y sus silencios dijeron mucho de su actitud negativa hacia Macri y su gobierno: no lo felicitó protocolarmente tras el triunfo electoral, hizo un gesto facial de frialdad en la audiencia de Roma, dijo luego que en la Argentina se vivía una crisis similar a las de Venezuela y Brasil, lo cual es decir mucho, dejó que Bonafini dijera que él comparaba este tiempo con el 55 (y nunca la desmintió).
Además, cuando Francisco rechazó la donación del Gobierno fue doble su desplante al Gobierno: por un lado puso énfasis en que era para prevenir la posible corrupción en Scholas. Es grave que el Papa no confíe en dos hombres, Del Corral y Palmeyro, en los que él mismo depositó una misión trascendental. Y también es un desaire que presuma de antemano que la donación, hecha por decreto y al a luz pública, tenía una intencionalidad corrupta. Puso así en tela de juicio la buena fe de Macri y de Marcos Peña.
Esto cobra más relieve cuando se sabe ahora que Scholas sí había recibido ayudas millonarias de De Vido y que los conventos bajo jurisdicción de la Iglesia recibían demasiadas donaciones o eran vistos por los K como escondites de dinero. ¿En quién confió la Iglesia que ahora la hace sospechar de todos? Por otro lado, el rechazo a esa donación se hizo en un primer momento con otro argumento delicado: en tono de reproche dijo que Macri debía destinarla antes a solucionar las urgencias de pobreza provocadas por el ajuste antes que abrirle la mano a su ONG.
“El Gobierno argentino tiene que acudir a tantas necesidades del pueblo, que no tienen derecho a pedirle un centavo”, les escribió a sus amigos de Scholas.
Dejó además que Vera desautorizara a Macri y lo acusara de querer “comprar” al Papa con dinero vil y que le señalara que debía llamar a una mesa de dialogo con la oposición si quería obedecer al Santo Padre (que se supone que como jefe de Estado no puede entrometerse en asuntos internos). Pero el Papa nunca lo desmintió; incluso dejó que su amigo Vera negara que la propia Scholas había pedido los 16 millones generando un conflicto con Del Corral y Palmeyro, con los que ahora está peleado. Su propio entorno está en crisis. Dejó trascender además malestar porque el macrismo supuestamente puso en esa cifra millonaria el numero 666. La campaña para enfrentar al Vaticano con Macri no salió de un complot argentino sino de los habitués de Santa Marta. Muchos católicos que se habían emocionado con su papado se desilusionaron. No es definitivo: Francisco debería revisar sus gestos y sus amigos.
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