El argumento que enarbola el Gobierno para mudar la Capital Federal al Norte, luego de tantas críticas al proyecto faraónico, es el de la necesidad de
“cambiar el centro de gravedad del país y moverlo hacia el interior” para “poder desarrollar las regiones en toda su potencialidad”, esas que darán la mayor riqueza en los próximos años y nos proyectarán a un futuro de grandeza como país y de felicidad como pueblo.
En lugar de trasladar la Capital deberían empezar por sancionar una nueva ley de coparticipación, como lo establece la Constitución de 1994 y nunca se hizo; esa ley debiera ordenar una distribución equitativa y federal de los recursos nacionales para, justamente, desarrollar las riquezas de las provincias en forma autónoma y no sometidas a un unitarismo/centralismo dictatorial disfrazado de democracia federal. Tendrían que trasladar la administración de los recursos a los gobernadores y sus legislaturas y no la Casa de Gobierno.
Al asumir Néstor Kirchner, la Nacion se llevaba el 46% de los recursos nacionales y distribuía en coparticipación el 54% restante entre las 23 provincias y la Ciudad Autonoma de Buenos Aires. El patagónico, que se reivindicaba como provinciano del Sur, y federal, se ocupó de revertir esa ecuación. Retuvo todos los recursos para poder negociar el reparto a discreción a cambio de obras y sometimiento político.
Incluso, impidió coparticipar el impuesto al cheque y las retenciones a las exportaciones de soja y de otros productos agropecuarios del interior del país. Son recursos que se originan en las provincias, pero se los queda la Nacion. Resultado de ello, hoy Cristina Kirchner administra el 76% de los recursos nacionales y distribuye el 24% a los Estados federales. Eso sí, quiere trasladar la Casa Rosada a Santiago del Estero. Se reserva una masa de recursos nacionales para entregarlas a discreción a cambio de apoyo político. Santiago del Estero, Chaco, San Juan, Formosa, Salta, Jujuy, Misiones, La Rioja, Mendoza o Entre Ríos no pueden pagar los sueldos sin la dádiva de la Doctora. Los empleados de esas provincias se acuestan rezando para que el gobernador siga siendo amigo de la exitosa abogada.
Si tanto es el interés en desarrollar el Norte, deberían empezar por una ley de coparticipación que sólo dijera que el total los recursos nacionales que recaude la AFIP deberían distribuirse en porcentajes iguales entre Nación y el conjunto de las provincias para que, aún manteniendo tal cual están los porcentajes de la distribución secundaria (la que se hace entre entre las provincias con la mitad de la torta), todos los Estados provinciales recibirían el doble de recursos. Dinero que, por otro lado, pertenece a las provincias aunque la Nación lo retenga porque es el recaudador de los impuestos nacionales. Solo incluyendo en la coparticipación la mitad de lo recaudado por AFIP, las retenciones a las exportaciones y el impuesto al cheque, Cristina se quedaría sin el poder disciplinador de la Gran Caja.
La Argentina porteña, centralista, unitaria, fue gobernada en los últimos años por riojanos, cordobeses, tucumanos y santacruceños. Todos esos, provenientes de provincias “dejadas de lado”, se sentaron en el Sillón y se olvidaron del interior: lo sometieron a su caudillismo. Sólo privilegiaron a sus territorios políticos: Menem a La Rioja, Kirchner a Santa Cruz.
Otro argumento es que hay que mudar el centro del país hacia regiones desde donde las producciones salgan para el Pacífico. La soja se produce en Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, poco en Santiago del Estero. Aquellas provincias están más cerca del puerto de Rosario que de Santiago de Chile. Y si quieren salir al Pacífico, la Nacion podría ocuparse de hacer buenos centros de distribución, ferrocarriles y autopistas para camiones modernos que nunca hizo en la Década Ganada. ¡En lugar de construir edificios públicos y cargarlos de empleados! Los pasos a Chiles están en su mayoría totalmente olvidados.
¿Para qué tiene que estar allí la Casa de Gobierno o el Congreso, en el Norte? ¿Para ir a saludar a los camiones que salgan hacia Chile o hacia el Mercosur? ¿O para seguir haciendo demagogica y cadenas nacionales para nombrar más empleados públicos en las reparticiones y llenarlas de clientelismo camporista? Las 100 fortunas más importantes invirtieron en el Norte, dicen. Entonces bueno sería, contesto, que no las persigan –algunos tienen juicios por violaciones a los derechos humanos en la dictadura- y que el Gobierno las deje trabajar, hacer buenos negocios, que formen empresas, cadenas de valor, Pymes, cooperativas. Y el Estado debe capacitar, educar y generar trabajadores y oportunidades para ellos. Darles seguridad y Justicia. Para que esos mismos provincianos empobrecidos dejen de poblar las villas de Buenos Aires y pasen a formar parte de economías pujantes con inversores nacionales.
Incluso, el Estado puede estar presente en la planificación de ese desarrollo con infraestructura y diseño de clusters productivos, pero no hace falta que allí se traslade un cúmulo de obras faraónicas para instalar a todos los poderes del Estado cuando no tenemos siquiera para que coman nuestros queridos argentinos. Y está claro que este proyecto no debe hacerlo la misma facción que engañó al país con una Década que en realidad fue Desaprovechada. Ellos, sólo deben irse a su casa.
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