LA NACIÓN, 14 de noviembre de 2014
Pese a su internación y posterior reposo médico, la presidenta Cristina Kirchner mantuvo el control de las decisiones del Gobierno a través de tres personajes clave de su entorno: su hijo, Máximo Kirchner; el ministro de Economía, Axel Kicillof, y el secretario legal y técnico, Carlos Zannini, al que en el kirchnerismo muchos apodan el “cenador”, porque aparece en Olivos en los almuerzos y las cenas.
Durante la internación en el Sanatorio Otamendi por su cuadro de sigmoiditis, la jefa del Estado no recibió a ningún funcionario. Pero gobernó por teléfono a través de su hijo, Máximo, que habló con el resto del gabinete, y especialmente con Kicillof y Zannini. Sólo ingresaba a la habitación 415 el entorno familiar: sus hijos, Máximo y Florencia Kirchner; su madre, Ofelia Wilhelm, y su hermana, Giselle Fernández.
“La que maneja el Gobierno es ella y está al tanto de todo. Máximo es su mano derecha y hace de intermediario en las comunicaciones con la Casa Rosada con frecuencia. Muchas veces ocupa el lugar que tenía Néstor”, dijo un confidente de Olivos.
“Cuando Cristina no podía por su malestar abdominal, Máximo estaba en línea directa por teléfono con Kicillof y Zannini, le llevaba sus mensajes a la Presidenta y les devolvía las órdenes de ella a ellos y a otros ministros”, dicen en Balcarce 50.
Todas las medidas financieras y cambiarias de los últimos días; los 71 allanamientos a bancos, casas de cambio, financieras y cooperativas; los mensajes matutinos del jefe del Gabinete, Jorge Capitanich, y los debates parlamentarios por el nuevo Código Procesal Penal fueron inspirados por Cristina desde Olivos.
De hecho, ayer la Presidenta firmó el decreto de extensión de sesiones extraordinarias del Congreso para tratar ese código y el controvertido proyecto de ley Argentina Digital para que las telefónicas puedan entrar en el negocio de la TV por cable.
Cristina Kirchner no quiso pedir licencia médica ni delegar el poder en Amado Boudou para no exponer al Gobierno al desgaste que sufrió éste por sus procesamientos.
“Cristina tuvo que gobernar desde la clínica”, dijo un funcionario cercano a sus médicos. “No hacía falta tomar licencia porque ella estuvo siempre consciente, pese a la sigmoiditis, no como en la última operación de cerebro, cuando estuvo días muy medicada”, agregó otro allegado a los médicos.
También por el efecto Boudou la Presidenta tratará de restringir los viajes al exterior lo máximo posible. Además de la conveniencia médica, quiere evitar al máximo delegar el poder en Boudou de manera tan frecuente. Siguen en pie sus próximos viajes a Ecuador y México, en diciembre, pero no se descarta que se suspendan si su salud lo requiere.
Tampoco hay certeza aún de cuándo reaparecerá oficialmente la Presidenta, más allá de los mensajes por Twitter que emitió anteayer para informar sobre el retiro de la candidatura argentina para el Tribunal de La Haya. No hay todavía una actividad programada para ello.
Así como en el Otamendi no recibió a funcionarios, sino que solía hablar por teléfono y enviar mensajes de texto, como reveló la ministra de Industria, Débora Giorgi, una vez regresada a Olivos, el domingo último, Cristina comenzó a recibir a los primeros funcionarios.
Primero a los más cercanos: Kicillof, Zannini y el secretario de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro, fueron los que antes ingresaron a la residencia por su cercanía con ella y por la urgencia de los temas que le llevan.
Sólo anteayer ingresó también el canciller Héctor Timerman, tal como informó ayer el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. La mandataria se reunió ese día con Kicillof y Timerman para preparar el viaje de éstos -Cristina no irá- a la cumbre del G-20 en Australia, que será mañana y pasado mañana y en la que ambos funcionarios defenderán la postura argentina en el conflicto con los fondos buitre.
Capitanich confirmó ayer que la Presidenta retomó de “manera incipiente” la agenda gubernamental y que la reunión del ministro y el canciller fue “sobre la base de la representación que tendrá el país en la reunión del G-20 en Australia”.
Según confiaron a LA NACION cerca de la Presidenta, desde que estaba en el Otamendi ella mantuvo constante comunicación, a través de Máximo Kirchner, con Kicilllof.
El ministro fue quien la aconsejaba sobre las medidas para tomar en el mercado cambiario y los allanamientos a bancos y financieras, la inhabilitación de 30 empresas para hacer pagos al exterior o denunciar al juez Thomas Griesa por sus medidas con los fondos buitre, y ella ordenaba avanzar por medio de su hijo. El titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, y el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, están subordinados a Kicillof.
Quizá por una coincidencia, Máximo y su esposa, Rocío García, estaban radicados en la residencia de huéspedes de Olivos desde unos días antes de la internación. Florencia suele vivir en otro de los chalets de la quinta presidencial.
Quienes frecuentan Olivos aseguran que además de Kicillof Máximo recibió muy asiduamente a la noche al jefe formal de La Cámpora, el diputado Andrés Larroque, y a su segundo, el también diputado Eduardo “Wado” De Pedro. “Suelen ir a comer y a veces coinciden con Zannini. Entran a las diez y se van a las doce”, dijo un allegado.
En esas incursiones, Zannini suele aprovechar para llevar lo que se denomina “la firma”, las pilas de decretos que ella debe suscribir.
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