El gobierno bolivariano de Nicolás Maduro no quiere a la prensa. La confinó durante la Cumbre del Mercosur al Teatro Principal, un reducto sin ninguna condición para el trabajo periodístico. Al llegar introdujeron a los enviados especiales de todos los medios de América latina, unos 400 periodistas, en un hall rodeado de rejas que daban a las calles por donde circulaban libremente todos los chavistas de remeras coloradas que podían acceder a una mejor visual del evento que la prensa.
No se los dejó salir de allí. Era un lugar cerrado y lúgubre, donde por varias horas ni siquiera hubo internet.
Ese teatro está ubicado frente a la Casa Amarilla, Cancillería venezolana, donde sesionó la cumbre, y solo contaba con una pantalla de televisión de 46 pulgadas, con mala imagen, para ver las alternativas de la cumbre.. Todas las posibilidades de contactos con los funcionarios estaban cuidadosamente cortadas. Los periodistas que querían ir a ver la ofrenda floral y la llegada de los mandatarios eran impedidos.
“Solo pueden pasar fotógrafos y camarógrafos”, decía una funcionaria de la cancillería venezolana custodiada por guardias del Ejército venezolano.
El centro de prensa improvisado dentro de la zona de butacas y del escenario del teatro no tenía comodidades suficientes para desarrollar el trabajo de informar. Dispusieron cinco notebooks sobre el escenario, pero sin sillas para sentarse a escribir en ellas. No hubo suficientes computadoras para todos. No había mesas para trabajar, hasta que trajeron tres mesas de bar que bailoteaban porque tenían el largo de sus patas desparejas. Los enviados brasileños estaban indignados. Los argentinos, en cambio, más entrenados en el maltrato a la prensa, lo tomaron con un poco más de naturalidad.
Mientras tanto, como es su costumbre, Crsitina Kirchner evitó el contacto con los periodistas y les prohibió a sus ministros y funcionarios que hablen con los enviados especiales. Las coberturas de cumbres y viajes presidenciales, así, terminan siendo solo transcripciones de discursos presidenciales, aunque todavía existen algunos contactos informales entre funcionarios y periodistas. Pero nada de hablar abiertamente con los enviados. Es más, los funcionarios no quieren que se los cite textualmente en opiniones o declaraciones. Un funcionario pidió a este cronista
“… manteneme hiper off”
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