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LA DOCTORA CONSTRUYE A LOS CULPABLES POR SI HAY ESTALLIDO SOCIAL Y MATINÉ

Si hay caos social que no sea culpa de ella, sino de los malos de siempre. Durante tres días el Gobierno denunció un estallido social. Es una clara operación para instalar el tema. En dos de ellos habló la Doctora. Primero lo vaticinó para diciembre, luego le agregó una “matiné” para octubre o noviembre, y por ultimo dijo que podría ser la semana que viene cuando visite al Papa o hable ante la ONU. La política es ir de fracaso en fracaso, pero mientras tanto curarse en salud y encontrar culpables perfectos.
Cuando los periodistas hablan con intendentes, gobernadores, ministros, secretarios o funcionarios del Gobierno, la posibilidad de un estallido social es comentada en forma cotidiana. Pero al revés de lo que cree la Doctora, la prensa no lo agita, ni lo reproduce, porque hay una conciencia de no publicar esos vaticinios para no enturbiar más el clima de por sí denso. Pero si lo dice la Presidenta es noticia inevitable. Es título.
Todos los periodistas saben también que el propio papa Francisco está preocupado por el clima social en la Argentina. Lee los diarios del país entre las 4 y las 6 de la mañana. Luego comienza a trabajar de Pontífice con las cosas de Roma. Está informado y preocupado. Todos los curas y obispos saben de las penurias de los pobres con inflación y despidos y así lo expresan en documentos que bien leídos están advirtiendo sobre el problema.
Cualquier jefe territorial del peronismo, que conoce a su gente, dice hoy por lo bajo que hay una profunda caída del poder adquisitivo, despidos en el sector formal e informal de sus distritos. Saben que más allá de las grandes plantas fabriles, el taller, la panadería, el cuentapropista le dicen al ayudante que no le podrán pagar más.
Pero Luis Barrionuevo habló demás. Pocos medios se hicieron eco. Los portales de los principales diarios habían evitado la noticia. Pero Cristina encontró una magnífica oportunidad para construir un culpable sobre los portales de limitada audiencia. Magnificó la noticia. Le dio entidad a Barrionuevo, que salió con otra de sus “barrionuevadas”. Ningún partido opositor hoy apuesta al caos o al acortamiento del mandato. Todo lo contrario: quieren que Cristina pague el costo de su propia crisis y necesitan tiempo para sus campañas electorales.
Pero siempre el culpable es “el otro”. Barrionuevo le vino como anillo al dedo a la Doctora. Hoy es “el” culpable por si pasa algo. Ahora, ante el peligro de que el clima social empeore, al menos el relato ya tiene su chivo expiatorio, que es lo más importante. El mejor hallazgo. La profecía autocumplida: si hay caos social, que no sea por culpa de Kicillof y sus disparates intervencionistas, ni por Cristina y su inoperancia y voluntarismo suicidas. Será culpa de quienes andan con un bidón de nafta incendiando la democracia para golpear sobre una presidenta cuyo mayor error fue hacer todo bien. Y hasta estará bendecida por el Papa.
La culpa del rojo fiscal es el magnífico desarrollo de las empresas: su necesidad de combustible, la culpa del déficit energético es el crecimiento a tasas chinas. La culpa de la inflación es de los empresarios. La culpa de la caída del consumo es de los medios de “la mala onda y la cadena del desánimo”. La culpa de la crisis automotriz es de los “encanutadores” de las terminales y de sus casas matrices. Los culpables del estallido serán Barrionuevo y Moyano. Eso está decidido.
El escenario es perfecto. Así da gusto padecer conspiraciones y caos, porque legitiman: los 18 años de exilio de Perón no hicieron más que resucitar y magnificar a un líder en decadencia, cuyo “modelo” ya se desmoronaba por su propio peso en 1955.
Las incursiones a Puerta de Hierro recrearon la mística, reflotaron los mejores recuerdos de cuando el País era una Fiesta, y sentaron las bases para la epopeya del regreso que terminó en Isabelita. Dividió a la sociedad en dos, agudizó la contradicción ideológica y la intolerancia, y abrió las puertas del horroroso infierno de la violencia política de los años 70.
Surgió un defensor de la Doctora, arrinconada por los complots de los malos de siempre. Su hijo Máximo los desafía con una candidatura de su mama Cristina. Ella no puede ser candidata a Presidenta y lo sabe, porque reformar la Constitución es hoy inviable. Pero Máximo no dijo que tenían que ganarle una elección a presidente, sino que debían ganarle en las urnas… Su candidatura podría ser a otra cosa: ¿A diputada por Buenos Aires?
Buscaría fueros, iría poco a la Cámara, como Néstor, pero lograría con su 25% de aceptación en la sociedad, hacer entrar a decenas diputados y senadores camporistas en todo el país que estarían dispuestos a defenderla en el Congreso, a capa y espada, y a reflotar la fuerza política desde la calle, como dijo Máximo, para un regreso glorioso. Y para demostrar desde el llamo que, eventualmente eliminados los rivales internos del peronismo, Scioli y Massa, el sucesor perfecto, Macri, la derecha, no tiene programa para gobernar.
Hay que ayudarlo entonces a llegar, pero no a gestionar el país. Porque solo este proyecto nacional y popular puede hacerlo. Esa es la premisa. Esa es la alquimia. Para eso sirve el estallido con culpables previamente definidos.

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