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Una política diferente para recuperar las Malvinas en paz, sin un solo tiro, y para siempre

Por Mariano Obarrio

Al revés de la tensión actual, hay que reemplazar el enojo patriotero por la sensatez patriótica. El tema Malvinas hay que enfocarlo desde un acercamiento a los isleños humano y cultural. Si consideramos que las Malvinas son argentinas, como lo son, entonces los nacidos allí son argentinos y deben tener los mismos derechos que los nacidos en el Continente y ser tratados como tales y no como enemigos. Derecho a la educación, al comercio, a tener un DNI, a salir y entrar del Continente como se viaja desde Buenos Aires hacia Entre Ríos y hasta casarse con otro argentino o argentina y tener sus hijos, naturalmente argentinos. Deben ellos conocer el asado, el fútbol, la cultura, el teatro, la literatura, el cine, la política, los conflictos sociales y la economía de nuestro país, que en realidad es “su” país. Hay que educar a 3000 mil isleños en la cultura argentina. Pepe Mujica lo dijo con su estilo campechano, pero su abordaje es realista. Debería tomarse el conflicto desde la idea de una completa distensión e integración. Defender la soberanía no supone pelearse con la otra parte o amenazarla y presionarla. La soberanía es integración. Y sobre todo si del otro lado hay argentinos.
La visión beligerante genera el efecto contrario al deseado. Una potencia no puede dar muestras al mundo de que es llavada de las narices por un país con muchísimo menor poder militar. Nunca cederán nada. Inútilmente, recurrimos a intimaciones patoteriles cuando nuestro potencial enemigo sabe bien que nuestras Fuerzas Armadas son casi inexistentes, que no tienen poder de fuego para sostener una escalada, y se aprovecha para refregarnos en la cara de manera humillante una flota poderosa, una enorme base militar en las islas, y hasta se valen de colaboración de nuestros vecinos como Brasil y Chile, que por sus propios intereses estratégicos vulneran un acuerdo del Mercosur para ayudar a sus buques.
Estamos pues en el peor de los mundos. Nos engañamos a nosotros y obligamos a nuestros vecinos a mentirnos. Estamos condenados a patalear sin fuerza para hacerlo porque nuestras instituciones para la Defensa han sido diezmadas por el enemigo interno: el populismo antimilitarista. Habría que pensar entonces en la distensión desde la relación entre la Argentina continental y los isleños, como una mejor salida, al menos más digna y decorosa. Diseñar así un programa de becas de trabajo y de estudio para visitantes malvinenses, isleños, que consistiría en estadías de diversa duración en el Continente, y que tendría una mirada en perspectiva, a 30 o 40 años, para que se disuelvan los viejos recelos y desconfianzas entre ellos y nosotros.
Serían programas de tres o cuatro semanas -puede haber más extensos también- con cursos para todas las profesiones y oficios existentes en las islas, en los que se les mostraría la cultura y la política en la Argentina, con visitas turísticas, asistencia a espectáculos culturales y deportivos, viajes a distintas provincias y invitaciones a cursos y seminarios sobre la víabilidad de integrar las actividades en las islas con las del continente. Las becas podrían ser individuales o en grupos de 10 o 15 malvinenses de entre 24 y 50 años, para apuntar a los profesionales o a los que ya están en el mundo laboral.
Se los recibiría en nuestros claustros universitarios, en ONGs, en el Congreso, en las dependencias públicas por funcionarios oficiales y por dirigentes políticos, sociales y empresariales, en reuniones de una hora/hora y media, en donde cada anfitrion daría una charla sobre lo que hace y así se produzca un intercambio con preguntas y respuestas y se abriría un diálogo con un posterior contacto vía tarjetas de presentación. Por supuesto, se les garantizaría el alojamiento y la comida, ya sea en diversos hoteles, pensiones o casas de familias.
Ese tipo de becas, que podrían ser solventadas con una partida relativmente módica del Presupuesto nacional, se aplican en los Estados Unidos o en Alemania, entre otros países, y están dirigidos a profesionales o técnicos de todo el mundo. Son considerados como una parte sustancial de la política exterior de esos países ya que conciernen a su relacionamiento con la sociedad civil de otros países. Nosotros deberíamos exhibir todo lo bueno de la Argentina continental a los malvinenses, que no es poco. El 80 por ciento de ellos cambiarían su forma de pensar acerca de nosotros y eso sería un excelente paso para comenzar un diálogo desde otro lugar. Y esto sin pretender adoctrinarlos ni hablarles de soberanía, ni de los recelos antiguos, sino de futuro y de integración positiva. Este programa incluso podría ser bienvenido y respaldado por el Reino Unidos, porque también ese país busca la distensión entre las partes. Los reclamos de soberanía correrían por un carril diplomático completamente diferente, en todos los foros internacionales y en las Naciones Unidas como es histórico. No se renunciaría a nada. Mientras tanto se deben reequipar nuestras FF.AA. y se pueden negociar con el gobierno británico temas estratégicos que vayan acercando las posiciones y los intereses: combustibles, petróleo, pesca, o comunicaciones.
Incluso un primer objetivo de la estrtegia podria ser instalar una delegacion de nuestra Cancillería en las islas, que se encargaría de hacer de enlace y de compartir negocios, producción y organizar distintas actividades culturales y políticas. Con el tiempo, las Malvinas podrían ser un territorio de paz, desarrollo y producción, en el cual los intereses económicos y estratégicos de unos y otros vayan configurando la agenda de la soberanía real.
Se lograría así integrar a las islas a la vida de los argentinos y de los isleños. ¿Para qué queremos las islas si no nos interesamos por lo que pasa allí ni nos interesamos por la suerte de sus pobladores, que una vez más, son argentinos, nacidos en nuestro territorio? En pocas décadas se iría aflojando la tensión y los isleños podrían ver con mejores ojos la intervencioón progresiva de la Argentina continental en las islas, sobre todo si ello depara mejoras económicas para ellos y para todos. Sería indispensable entonces tener un puente aéreo con las islas desde el continente. Muchas ideas se podrían poner en marcha sin recurrir solamente a la monótona reivindicación anual ante las Naciones Unidas ni a las intimaciones patoteriles que son vistas como una seguidilla de señales de impotencia. Démosles verdadera integración a los isleños y alguna vez tendremos mejores resultados. Nuestros hijos, así, verán a las Malvinas bien Argentinas.

Escuchá a Mariano Obarrio los sábados de 9 a 11 en Unas Cuantas Verdades por Radio El Mundo AM 1070 

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