Por ineptitud y egoismo, la oposición está a punto de entregar todo al peronismo

Por ineptitud y egoísmo, la oposición le sirve en bandeja al kirchnerismo la posibillidad de ganar pese a 12 años de desgaste político, inflación, pobreza, inseguridad, corrupción e incapacidad para gestionar. Daniel Scioli creyó que perdería cuando Macri y Massa parecían acordar una alianza. Pero ambos jefes opositores no se pusieron nunca de acuerdo. Macri siempre desconfió de Massa y éste nunca estimó al jefe del PRO. Ahora solo se pelean entre ellos. Scioli se los agradece. Nadie hizo tanto por él como sus propios adversarios.

Esta vocación suicida se reproduce en Buenos Aires. La división entre dos candidatos -María Eugenia Vidal y Felipes Solá- le puede dar el triunfo a Aníbal Fernández. En la oposición nunca nadie pensó en un renunciamiento que pudiera ser entendido como un gesto real para un cambio y en donde unos y otros ganaran. Vidal y Solá se pueden a ir a su casa el 25 de octubre a la noche con las manos vacías.

Podrían evitarlo si, además de generosos, atendieran a sus propias conveniencias. Si uno de ellos renunciara a la candidatura podría reclamar una conveniente compensación por su “desprendimiento”, traducida en muchos ministerios y organismos provinciales, que bien administrados podrían mejorar la vida de muchos bonaerenses y deparar réditos políticos para un futuro intento de ir por el poder.

No ocurrió. Y el costo para la oposición es doble. Además de no ganar, Aníbal Fernández gobernaría la provincia dando refugio y cajas a La Campora, para que “los pibes” financien el trabajo legislativo en el Congreso que Cristina pretende hacer para condicionar al futuro gobierno nacional, sea éste de Scioli, de Macri o de Massa.

Macri se cansó de decir que el 60% quiere un cambio, pero dejó que ese 60% se dividiera en dos o más alternativas. Massa hablaba del “cambio justo” pero más allá de declamaciones de unificación nunca trabajó seriamente para ella.

Durante el debate, se dieron señales de convivencia. Parecía una insinuación de acuerdo. Pero Elisa Carrió atacó a Massa diciendo que miente más que Cristina Kirchner. No tuvo en cuenta que si Macri entra al ballotage, Cambiemos tendrá que ir a pedir apoyo al “mentiroso” y si le toca gobernar tendrá que pedirle ayuda en el Congreso.

La política en Argentina no tiene largo plazo. El insulto es hoy, aquí y ahora. Carrió y Massa nunca se tomaron un café. Antes de descalificarse deberían conocerse.

Mientras tanto, se aferran a frases hechas, que son falsas. Una: “2 más 2 no es 4 en política”. Otra: “los votos son de la gente, no de los dirigentes”. Curioso: el peronismo aplica recetas en las que 2 más 2 son 4 (o 3,5 igual les sirve) y en la que los votos los orientan los dirigentes. Y los que ganan las elecciones son los peronistas y no los opositores.

Los votos “son de la gente” cuando los dirigentes quedan al margen de una disputa ajena entre otros candidatos. Pero si los dirigentes se involucran en un frente electoral, esos votos propios se orientan mayoritariamente a ese frente. Si no, no existirían las coaliciones. Básico.

La fórmula del éxito del peronismo es juntar “todo lo que se pueda” de su lado. Y lo que queda enfrente dividirlo. Y si es posible favorecer a un tercero en discordia para perjudicar a un segundo y evitar la polarización. La oposición es funcional a este juego. Se lo avisan de muchas maneras, hasta en los diarios, pero sucumben como víctimas hipnotizadas.

Muchos genios-estrategas de la oposición deberán revisar sus manuales ya de regreso en su casa. Todos habrán jugado para Scioli. Hoy dependen de una caída del candidato del FPV o de un sorpresivo “voto útil” que tanto Macri como Massa buscan con desesperación: Macri intentará instalar el mensaje de “no desperdiciar” el voto y que “si votas a Massa gana Scioli”. Y Massa buscará imponer la idea de que él mismo es “el único capaz de ganarle a Scioli en un ballotage”.

Las alianzas están mal vistas en la política local. Pero la alianza entre el peronismo, el kirchnerismo, el socialismo K, el comunismo, el radicalismo K, los movimientos sociales, esa sí garantiza gobernabilidad. La oposición acepta el discurso K y elude los frentes electorales por temor a lo que le pasó a la Alianza.

El gobierno de De la Rúa fue el único que supo ganarle al peronismo por ser, precisamente, una coalición. El radicalismo tenía un 30 por ciento y el Frepaso un 20. Sumaron fuerzas y superaron a Duhalde por 50 a 38. Hoy Scioli está ganando con 38 y una oposicion dividida entre 30 de Macri y 20 de Massa.

El fracaso de la Alianza en el gobierno no tuvo que ver con ser una coalición: no había discrepancias políticas o económicas, en lo esencial. Todos estaban de acuerdo con mantener el “uno a uno” y ese fue precisamente el peor error. Su debilidad, en todo caso, fue haber coincidido en una equivocación.

Y en todo caso, la peor contradicción estaba dentro del radicalismo, entre De la Rúa y Alfonsín (que sostenía la salida de la convertibilidad junto a Duhalde). La renuncia de Chacho Alvarez se produjo por un caso de corrupción: pero los sobornos en el Senado no se produjeron por ser una alianza, sino por una falta de moral política.

Si hubiera coincidencia de políticas, diagnósticos y soluciones acertadas y transparencia, condiciones básicas en la política, entonces un frente electoral no tendría por qué fracasar.

Pero los argentinos compramos todos los eslóganes, y los buzones, de la propaganda peronista. El mismo PJ puede decir desde el Gobierno que pagarle las deudas a los fondos buitres es traicion a la Patria, mientras su candidato puede decir todo lo contrario. Y nadie les pasa facturas. Pero si Macri se contradice, el peronismo se lo hace notar. La oposición está atrapada en su confusión y su amateurismo.

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