Las cartas de octubre están echadas. Ni Macri ni Massa podrán ganar por sí mismos sin la ayuda del otro. Daniel Scioli quedó cerca del 40% en las PASO, tiene a los Estados nacional y provincial de su lado y a 20 gobernadores que empujan. Aún así, no la tiene fácil. Prende velas para que Macri y Massa no se junten en el ballotage y sumen sus votos de verdad.
Si quieren ganar, Macri y Massa están obligados al acuerdo. Deben incluir a De la Sota y a Stolbizer e incorporar a Carrió y Sanz. La línea divisoria de la polarización no es hoy izquierda contra derecha, peronismo o radicalismo. Se decide entre la democracia republicana o el populismo bolivariano en el que cayó el PJ de los Kirchner.
Para que los actuales votantes de Massa apoyen a Macri en un ballotage, o viceversa, es necesario que presenten y expliquen muy bien un “gobierno conjunto”, porque de ese modo los adeptos de uno y otro visualizarán que todos estarán involucrados y participarán del futuro poder. En caso de que perciban que su favorito queda afuera, se dispersarán y en un ballotage algunos le darán a Scioli y Zannini lo que les falta para llegar.
Solo así la suma de 2 más 2, Macri más Massa, dará una cifra parecida a 4. Con el “otro” adentro de la alianza y de la foto. Para que esto suceda, ambos tienen que tener generosidad y confianza en el otro. Esto es lo que más falta hoy. No se confían. Cada uno cree que el otro le sacará ventaja o a la larga lo perjudicará, con malas artes. Y a veces construyen más recelos que los reales.
Macri debe asumir que tendrá que gobernar con un gabinete de macristas, massistas, delasotistas, lilistas y stolbizeristas, así como Menem gobernó con liberales y como De la Rúa lo hizo con frepasistas y como Duhalde convocó a radicales y extrapartidarios como Alfonso Prat Gay. O como Kirchner convocó a radicales K y a los socialistas K. Los gobiernos son concertaciones, nunca son del todo puros. Y eso no determina el éxito o el fracaso de un experimento. Las que son determinantes son las políticas y su modo de ejecutarlas.
Para ganarle al peronismo, De la Rúa se alió con Chacho Alvarez, que era una fractura del PJ por izquierda. Y así en 1999 Duhalde sacó 38,2% y la Alianza 47%. Hoy Scioli sacó 38,4 y la suma de Macri y Massa da 50%.
Muy problemente, en una foto conjunta Macri-Massa obtendrían 45/47% y Scioli podría escalar algunos puntos, hasta 43 o 44 con algunos votos de Rodríguez Sáa, la izquierda y el mismo Massa.
Pero sin Massa adentro, según marcan las encuestas, Macri no podría aspirar más que un 40/42 mientras que Scioli recibiría muchos más votantes del tigrensa para quedar alrededor de 47.
Macri y Massa necesitan acordar para ganar, porque también se necesitan, llegado el caso, para gobernar. Macri necesita en el Congreso las bancas de Massa, de Stolbizer, De la Sota, Carrió y también de una buena parte del peronismo, siempre en caso de que ganara: el mismo Scioli necesitará de todos ellos para evitar condicionamientos del kirchnerismo.
Si se necesitan para después, lo más razonable es acordar hoy. Massa se diluye en la polarización: algunas encuestas ya lo dan con 16 puntos mientras que Scioli subió a 41,5 y Macri a 32,5. Si no quiere desinflarse más, Massa debe conformar la expectativa urgente de que será parte de un gobierno, parte del poder, y que el voto por él no es inútil, sino que lo ayuda a entrar con fuerza en ese acuerdo.
De lo contrario, puede llegar al 25 de octubre con 10 puntos y perderá peso para negociar. O incluso parte de sus votantes le darán el triunfo a Scioli en primera vuelta. Massa tiene todo para ganar en un acuerdo: si logra derrotar a Scioli y a Cristina, aunque sea con Macri como aliado, podrá buscar convertirse en el articulador del futuro gobierno con los gobernadores y legisladores peronistas y así recuperar terreno en el PJ.
Los peronistas van donde está el poder porque su única noción es su ejercicio. Macri debe saber que esa zanahoria es la que necesita Massa. Para obtenerla solo necesita un cargo de relevancia en Diputados como armador de acuerdos parlamentarios, con espacios de poder en el gabinete para sus hombres de confianza. Massa asume ese rol o se diluye en la polarización y espera a que Scioli o Cristina lideren el PJ.
Parte de este ajedrez es la provincia de Buenos Aires. Para ganar la grande, hay que sacrificar alguna chiquita. Macri y Massa deben comprender que María Eugenia Vidal y Felipe Solá se neutralizan y si van a octubre le entregarán, lo más seguro, la provincia a Anibal Fernández. La boleta de Scioli arrastrará a Anibal hasta un punto cercano a los 40 puntos.
Macri difícilmente llegue a esos niveles y por lo tanto Vidal tampoco. Menos aún Massa y Solá. Debería producirse un corte de boletas que no tiene antecedentes en la provincia. Así las cosas, el gobernador será Aníbal. Porque su elección se define en octubre y gana quien saca un voto más. No hay ballotage.
A menos que alguien se convierta en el prócer del renunciamiento. O Vidal o Solá. Quien lo haga podrá exigir al otro espacios de poder en el futuro gobierno provincial y también en el nacional, en caso de que su alianza los obtenga. Y a cambio tendrá capital político como arquitecto del triunfo. Es eso, o los dos se quedan afuera de todo y sin nada. En la vida hay que elegir. Cristina sacrificó a Randazzo para no perder contra Scioli. Pero a cambio le impuso a Zannini. Resultado: Cristina hoy vale lo mismo que Scioli.
En caso contrario, Randazzo hubiera llegado al final de su lucha, con Zannini como vice, como le ofreció a Cristina, pero perdía con Scioli y éste hoy sería el jefe indiscutido del peronismo, con Cristina y Zannini como grandes derrotados. No le dieron ese gusto a Scioli. Sacrificaron la pelea chica pero ganaron la grande. En la oposición todavía no aprendieron que en política cediendo se puede ganar, y mucho, y que no siempre la idea de ir por todo es ganadora: se pueden quedar sin nada.